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Los frascos de especias estallaron por nuestros gritos de odio, provocando ríos de ají y cardamomo, que invadieron cada rincón de nuestro cuidado hogar. Le disparé con una pila de camisas dobladas, y ella intentó asfixiarme con una bolsa de nylon, que en algún momento estuvo plegada en forma de estrella. Logré escabullirme gracias a una arriesgada maniobra samurái, en la que alcancé con mis pies un desodorante de ambiente que le rocié en los ojos.

Transcurrieron varias horas de batalla, con trincheras de sábanas y franelas, proyectiles de cubiertos, y cuerdas ninja ingeniosamente fabricadas con perchas, hasta que nos dimos cuenta de que La Pelada se había marchado.

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Camila me miró, y luego a todo su alrededor. Yo hice lo mismo. La casa más fiel a la guía del feng shui de entre todos los lugares en los que iría a vivir, se convirtió en ese momento en el sitio más parecido a Chernobyl de Montevideo. 

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Nos empezamos a reír descontroladas, desde la inconsciencia momentánea de lo que significaba aquel caos, pero infinitamente felices, hasta quedarnos dormidas.


Al fin y al cabo, un poco de desequilibrio, es también parte de una vida equilibrada.  

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Enfrentar a Camila: Text
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